Otra razón importante por la que las empresas jóvenes fracasan es una evaluación poco realista del potencial del mercado. Por ejemplo, Matti Niebelschütz, el fundador de la empresa de venta por correo de perfumes myParfum, tenía la sensación correcta de las oportunidades de mercado de su idea de negocio, pero juzgó completamente mal el potencial de ventas. Con la vista puesta en el importante negocio navideño, en 2012 realizó una fuerte inversión en maquinaria para ampliar la producción y aumentó el número de empleados en consecuencia. Después de que las ventas esperadas no se materializaran, myParfum tuvo que solicitar la insolvencia en la primavera de 2013. Sin embargo, el fundador siguió creyendo en su idea y recompró la empresa al administrador concursal en agosto de 2013. Desde entonces, ha seguido dirigiendo el negocio a menor escala. Este es un buen ejemplo de que el fracaso no siempre tiene que significar el final definitivo.

Muchos jóvenes fundadores sienten lo mismo. Creen que tienen una idea brillante y que pueden convencer a los inversores de ello. Sin embargo, la demanda no se materializa en absoluto o no se desarrolla tan rápidamente como esperaban. Esto suele ocurrir cuando se trata de una innovación de producto que todavía es completamente nueva en el mercado. En este caso, se necesita mucho tiempo para dar a conocer la idea de negocio. Por otro lado, las empresas de nueva creación pueden fracasar porque el mercado se ha saturado o la competencia es demasiado grande. El mejor ejemplo de ello es el auge de los salones de bronceado en los años 80/90 o los gimnasios actuales. Si quieres empezar con una idea de negocio de este tipo, definitivamente necesitas una propuesta de venta única con la que puedas destacar entre la multitud.

Muchos fundadores sobrestiman su idea de negocio. En el 95% de los casos, la arrogancia parece estar detrás de este comportamiento, basado en la suposición de que la idea de negocio es única. Sin embargo, al poco tiempo, muchos fundadores se dan cuenta de que no están solos con su idea y de que hay más competencia de la que pensaban. A la euforia le sigue la desilusión, que viene acompañada de la constatación de que la puesta en marcha tendrá más trabajo y que cabe esperar costes adicionales. Para algunos fundadores, es la primera vez que les invade el miedo al fracaso.

Sin embargo, la arrogancia no es la causa, sino un efecto que hace fracasar proyectos, start-ups y empresas. Al menos así lo ve la revista online „The Enterpreneur Mind“. Además, esto no tiene nada que ver con la arrogancia en el sentido común. Más bien, los responsables son las sustancias mensajeras que se liberan cuando se activa el sistema de motivación. Los fundadores se embriagan con sus ideas, muestran una exagerada confianza en sí mismos y se vuelven inmunes a cualquier forma de crítica. Para terceros, esta arrogancia a menudo se percibe como arrogancia. El problema es que cualquier crítica procedente del exterior se rechaza por reflejo y, en la mayoría de los casos, emocionalmente. Esto es particularmente malo cuando una idea no es ni de lejos tan buena como uno cree que es.

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